La unidad política de la clase obrera.

Posted 12:42 by Ferran Fullà in Etiquetes de comentaris:


Mientras existan las clases y la lucha entre ellas, cada clase social precisa de un instrumento político e ideológico propio para defender sus intereses, sea cual sea la situación por la que atraviese la sociedad.

Siendo esa necesidad común a burgueses y proletarios, no se manifiesta de la misma manera para unos y otros. Así, en las sociedades como España, en la que la fuerza dominante es la burguesía monopolista, ésta última tiene un único objetivo fundamental: mantener su poder a todo precio, haciendo el mínimo posible de concesiones, según las circunstancias, a otras fuerzas sociales. Por otra parte, la burguesía monopolista sabe que una parte decisiva del personal de las instituciones del Estado le será fiel hasta el fin de su dominio o hasta que este se aproxime visiblemente, por origen de clase, por intereses económicos, por simple prejuicio ideológico, por miedo, o por todas esas razones a la vez. De ahí que el partido, para la burguesía monopolista, sea mucho más un instrumentó de influencia social, de hegemonía sobre otras capas de la población, que una organización de poder de clase.

Para el proletariado, en cambio, la situación es radicalmente distinta. No puede contar con ninguna institución central del Estado como instrumento propio de poder. E, incluso, si logra tener peso en los organismos representativos -parlamento y gobierno- gracias a victorias electorales, se le puede arrebatar esa influencia sin grandes dificultades, tal como se vio en Francia, Italia y otros países al finalizar la Segunda Guerra mundial. Además de esta indefensión esencial, el proletariado, para alcanzar su meta histórica, necesita disponer de un tipo de organización capaz no ya de mantener lo que tiene sino de desplazar del poder a los que hoy lo detentan. Vista esta falta de apoyos estatales sólidos y las restantes dificultades propias de un cambio social revolucionario, se entiende por qué la organización partidista es vital para el proletariado, infinitamente más que para la burguesía monopolista.

No se puede esperar a que el PSOE cambie.

Algunos afirman que, al no haber hoy una situación explosiva en España, la ampliación de la democracia, la defensa de las condiciones de vida de los trabajadores y otras tareas del momento no exigen contar con una política específicamente proletaria: "El PSOE puede garantizar buena parte de esas tareas y, en todo caso, están ahí los sindicatos para despertarlo si se duerme en sus laureles". Esta opinión no concuerda con la realidad. Si bien es cierto que el PSOE ha defendido distintas posiciones a lo largo de su historia, en estos momentos la política del gobierno socialista no responde a las demandas de nuestra clase, no favorece la unidad de los trabajadores, ni tampoco da un trato adecuado a otras fuerzas populares.El PSOE puede hacer, sin duda, más de lo que ha hecho, pero incluso limitándonos a su programa electoral, está ya más que claro que no es capaz de cumplir sus promesas de carácter progresista, si no se desarrolla una presión política, y no sólo sindical, que le obligue a ello. En concreto: Para que no retrocedan más las condiciones de vida de los trabajadores o para hacer progresar la independencia de España y la paz mundial, se necesita que un movimiento obrero, organizado y consciente de sus intereses, vuelva a levantar cabeza y sea un contrapeso adecuado frente a la rapacidad de la gran burguesía y a las injerencia extranjeras.

Para que progresen la organización y la unidad de acción de los trabajadores, es absolutamente imprescindible que los marxistas recuperen su anterior influencia.

Para ampliar la democracia, la clase obrera, la más numerosa y la más interesada en el desarrollo de las libertades, debe recuperar peso político.

Para mantener y desarrollar los derechos de las nacionalidades minoritarias es preciso una política distinta a la imperante en el gobierno.

Con el fin de no alargar más esta lista, pongamos un último ejemplo: hace 35 ó 40 años se dio un importante acercamiento entre la clase obrera y el sector más avanzado de los intelectuales, lo cual fue posible, entre otros factores, por la denodada actividad de las fuerzas proletarias. Como consecuencia, las ideas revolucionarias prosperaron en los movimientos culturales de la época. ¿Quién se atrevería a afirmar que, con la hegemonía de los socialistas, vuelven a prosperar las ideas revolucionarias?

Hay que luchar para cambiar esta situación, y hay que hacerlo tomando otro rumbo que el que sigue la actual dirección socialista.Estrechar filas en la acción política y sindical.
En primer lugar, es preciso dar respuesta a los problemas más acuciantes del pueblo, apoyándose en todo lo que hay de consciente, activo y organizado en nuestra clase, por más disperso y limitado que sea, para que ésta vuelva a adquirir confianza en sus propias fuerzas y esté en condiciones de recuperar paulatinamente la iniciativa. O sea, hay que propiciar la unidad de acción, por más momentánea que sea, con todos los partidos, colectivos y organizaciones de base obrera en cuestiones tanto políticas como sociales, tanto en las instituciones como en la calle. Esta colaboración entre fuerzas obreras puede llegar a incluir a menudo a partidos y movimientos representativos de otras clases en la lucha contra los reaccionarios, por la defensa y extensión de las libertades, contra las medidas gubernamentales que perjudiquen al pueblo, o por la paz mundial.Ahora bien, en estos momentos, la tendencia a la bipolarización de la vida política española y la actitud de "gran partido" del PSOE dificultan la formación de amplias alianzas y las reducen, de hecho, a los niveles de localidad o, a lo sumo, de nacionalidad y región. Oponerse al bipartidismo, procurar que no llegue a cuajar, es una tarea importante para las organizaciones proletarias y populares.En el ámbito estrictamente obrero, la clave de la unidad está ahora mismo en el fortalecimiento de los sindicatos, y aquí los mayores obstáculos provienen de las tendencias antiunitarias y discriminatorias promovidas esencialmente por el PSOE y, en menor medida, por el sectarismo puntual provocado por algunas actuaciones izquierdistas y por ciertas desviaciones derechistas. Hoy por hoy, el desarrollo de la unidad de acción del proletariado se tendrá que medir, sobre todo, por los avances en la cooperación y unidad sindicales.

Defender el marxismo.

En segundo lugar, se debe defender el marxismo. La clase obrera de las distintas nacionalidades de España tiene unos intereses fundamentales idénticos, pero, al mismo tiempo, está sujeta a influencias ideológicas y políticas muy variadas y su composición interna es mucho más compleja que hace unas décadas. Por lo tanto, si queremos avanzar hacia su unidad política, y ésta tiene que ser perdurable y no pasajera, solo contamos con el marxismo para realizar esa tarea, ya que éste es la única concepción del mundo que ha dado pruebas evidentes de reflejar los intereses históricos de nuestra clase y que, en particular, permitió resistir durante tres años al "alzamiento" franquista y reorganizar, luego, durante cuarenta años el movimiento obrero y democrático.Aquí tropezamos con varias dificultades. El marxismo ha sufrido un momentáneo retroceso en España. Por un lado, el PSOE redujo sus principios a casi nada, aunque muchos de sus militantes sigan identificados con la herencia de Marx. Por otro, los comunistas pierden en 1976 la dirección del cambio democrático; se cometen equivocaciones graves en una situación cada vez más adversa y, como consecuencia, nos encontramos hoy con unas fuerzas marxistas debilitadas y divididas y con un fuerte avance del individualismo burgués y de varias concepciones no proletarias.

Pero la defensa del marxismo no se refiere únicamente a la lucha contra las ideas descaradamente reaccionarias con que tratan de convencer a la gente de que el capitalismo monopolista, ya sea en España o los Estados unidos, es el mejor de los mundos posibles, sino también a la necesidad de ir desarraigando aquellos disparates, bautizados como marxistas, que más daño están haciendo a nuestra clase y que en realidad sirven a nuestros adversarios.
Así, tenemos una primera fuente de disparates en aquella tendencia que proclama la separación del marxismo de la práctica del movimiento obrero, que reduce, por tanto, el marxismo a un simple "ideal" que mueve voluntades o los corazones, o bien, a una visión de la sociedad basada en la economía. Tal es el marxismo desfigurado que hoy priva en el PSOE y que goza de un cierto predicamento debido a la pérdida por la clase obrera de la dirección del cambio democrático después de la muerte de Franco.

Otra corriente, con puntos de contacto con la anterior y que ha hecho estragos tanto en el PCE como en las organizaciones marxistas-leninistas, se ha caracterizado por diluir el papel de la clase obrera como fuerza revolucionaria principal en España.Para criticar una y otra posición, se debe subrayar el ligamen esencial en el marxismo entre teoría y práctica, entre teoría y movimiento obrero, y cómo el olvido de este ligamen convierte hoy a sus seguidores en una fuerza al servicio de una política, sin duda democrática, pero ajena a los intereses fundamentales del proletariado y afín, en cambio, a los de la burguesía.

Un segundo principio clave en nuestros días es el de la independencia de los marxistas de cada país y la necesidad de elaborar de manera autónoma su propia línea política.

Toda revolución triunfante en un país ha sido obra de su pueblo; y para alcanzar la victoria, los marxistas han tenido que encontrar lo peculiar de la lucha de clases en aquel país, lo que no puede estar escrito en las leyes generales del marxismo por eso mismo, porque son generales. En los años 20 y 30, la Tercera Internacional no dirigió ninguna revolución -y no podía hacerlo- por ser un organismo centralizado en donde el grupo dirigente desconocía las particularidades de cada país.

La experiencia mundial nos indica que el internacionalismo exige el total respeto a la independencia del proletariado y de las fuerzas revolucionarias de cada país y la puesta en pie de relaciones basadas en la igualdad, la no intromisión en los asuntos internos, el apoyo mutuo y el aprendizaje recíproco. Cuando en nombre del internacionalismo se ha propiciado el derecho de agresión, vasallaje o injerencia sobre otros países, movimientos o partidos revolucionarios, se ha estado defendiendo intereses ajenos a los del proletariado y el socialismo.

Sólo aplicando estos principios, las fuerzas marxistas españolas pueden hoy en día dar pasos hacia la unidad política, porque, en caso contrario, serían utilizadas directa o indirectamente por la propia burguesía.

Cinco puntos que resumen estas posiciones.

Dentro de las filas marxistas existen, actualmente, distintas corrientes y puntos de vista sobre las tareas inmediatas y a largo plazo para liberar a España del capitalismo monopolista. Eso es algo inevitable en todo movimiento político real y que solo puede resolverse mediante un prolongado esfuerzo por contrastar la teoría con la práctica, o sea, por ir desechando lo que no concuerde con la realidad social vista en su conjunto, y por desarrollar una teoría que sea cada vez un mejor reflejo de esa realidad.

Desde los años 30 hasta hoy, hemos conocido tres situaciones muy distintas de la lucha de clases en España, acompañadas de importantes cambios en la estructura económica y social.
Basándonos en nuestra propia experiencia, por más que sea relativamente corta en el tiempo, y en la de las otras fuerzas comunistas, creemos que los trabajadores y el resto del pueblo, en estos 70 años, han avanzado siempre que los marxistas hemos aplicado, entre otros, los siguientes principios:

- Partir de los intereses concretos de toda la clase obrera y no solo de una parte de ella, y tener en cuenta sus aspiraciones y su nivel de comprensión para favorecer en cada momento su unión.
- Poner nuestro empeño en sumar el máximo de fuerzas sociales ante cada batalla política y, en general, esforzarnos por encontrar los intereses coincidentes a corto y largo plazo entre los trabajadores de la ciudad y el campo y la mediana burguesía enfrentada a la enorme concentración del poder económico y político que se ha producido en España desde los años 30.
- Tener en cuenta, pues, los intereses legítimos de nuestros aliados, siempre que no se opongan frontalmente a los del conjunto del pueblo.
- Adoptar métodos democráticos y no coactivos para superar los conflictos que surgen entre los trabajadores o entre las diferentes fuerzas progresistas, y defender este mismo principio en nuestra concepción del socialismo.
- Actuar decididamente para conquistar los objetivos comunes a todo el pueblo en cada situación, y apoyarnos en la mayor capacidad de lucha que posee la clase obrera para contrarrestar las tendencias a la claudicación que surgen en momentos decisivos de los enfrentamientos políticos.

Nadie puede afirmar que esos principios sean ya un patrimonio plenamente compartido por los marxistas españoles. Por un lado, por haber actuado con una mentalidad estrecha sin tener en cuenta la situación global del pueblo y practicando un sectarismo extremo, las organizaciones marxistas-leninistas no pudieron desempeñar en su día un papel dirigente, se divorciaron de la realidad y sufrieron perdidas enormes.Por otro lado, cediendo en algunos aspectos ante la presión de fuerzas claudicantes, supeditando en una medida excesiva la labor de masas a la consecución de compromisos, el PCE fue perdiendo fuerza, ha padecido varios conflictos internos y escisiones, y su influencia social ha caído hasta niveles alarmantes.

La unión de los marxistas, para que no sea flor de un día, debe construirse sobre cimientos sólidos y comprobados. A nuestro juicio, los puntos antes citados resumen hoy la experiencia válida de las fuerzas proletarias en España. Proporcionan, por lo tanto, una base suficiente de unidad; y no hay que escatimar esfuerzos por superar las diferencias que los distintos partidos, organizaciones y activistas ahora independientes mantienen sobre ellos.Tales son los distintos frentes en que hoy se juega el progreso político de la clase obrera. Y sólo si se logran resultados positivos en todos ellos se podrá hacer entender al PSOE que se equivoca al convertirse, de hecho, en rehén de la gran burguesía española.


1 comment(s) to... “La unidad política de la clase obrera.”

1 comentaris:

Àngel 'Soulbizarre' ha dit...

molt bo el teu blog FERRAN, jo soc d'ICV i reivindico MARX on calgui, entenc l'ecosocialisme com una suma del socialisme i l'ecologia, no com una resta. crec que hem de recuperar coses i sumar novetats, som d'esquerres i necessitem activar subjectes de canvis socials.